jueves, 15 de marzo de 2012

Usando el dedo índice



Es fácil ser asesino, de algún modo todos lo somos. Cuando un hombre considerado peligroso es asesinado y sentimos alivio, en ese momento somos asesinos; no apretamos el gatillo, no perforamos con el cuchillo pero ese alivio es una expresión de “me alegra que alguien sí lo haya hecho”. Nuestro respaldo a esta acción o suceso nos hace coparticipes de la acción, patrocinadores del delito de homicidio, quizá un poco cómplices.

También nos constituimos en jueces al sentir alivio por el violador enviado a prisión, algunos se atreven a decir “para que allá lo violen también”. Somos jueces y verdugos.

¿Cuántas veces nos han perseguido para matarnos?, ¿en cuántas de esas veces hemos tenido un arma para defendernos matando primero?, ¿Cuántas veces el hambre ha sido tan continua y desesperante que nos olvidamos de la moral en aras de la supervivencia?, ¿Cuándo fue la última vez que antes de juzgar nos vimos a nosotros mismos?, ¿Cuántas veces hemos suplido al hambre de un desconocido?, ¿Cuántas veces hemos dicho “buenos días” al que duerme en la calle y sin que nos pida le hemos llevado un café?.

Nos llamamos a nosotros mismos “buenos” porque no le hacemos daño a nadie, lo cual es mentira, dañamos, herimos, insultamos, ignoramos al pobre y al necesitado. Creemos que no hacer daño es ser bueno y nos olvidamos que no hacer el bien pudiendo hacerlo es también un pecado, o como dice una frase hermosa, chocante e incomoda:

“El mal triunfa cuando los buenos no hacen nada”

“No me aterra el actuar de la gente mala, me aterra la apatía de la gente buena”
Martin Luther King Junior 

Que fácil es no creer en las palabras de arrepentimiento de un asesino o un violador de niños, que fácil es decir que son falsas, que fácil es acusar de falsas las lágrimas de alguien que busca redención, que fácil es, en esos momentos, no recordar la necesidad de abrazo y comprensión de aquella vez en que los arrepentidos éramos nosotros, quizá por cosas, que según nosotros, no son tan graves. Moríamos en nuestro dolor, fallecíamos en nuestra dolencia por una debilidad de carácter, buscábamos perdón aun cuando solemos no ser de los que perdonan o de los que dicen “yo perdono pero no olvido”.

Que hermoso es saber que Jesús perdono a un asesino y violador crucificado a su lado, a una mujer que había tenido varios esposos y el ultimo ni siquiera era su esposo. Que siendo escupido e insultado aun decía “perdónalos porque no saben lo que hacen”. Qué bueno que tenemos un Dios que conoce de nuestra ignorancia, que triste pensar que quizá nos ve y llora de ver como el perdón que abundantemente le pedimos para nosotros no se lo damos a los que están a nuestro alrededor.

Solo pensamos en cárceles, en pena de muerte, en ejército, y quedan de lado las escuelas, las iglesias, la relación con Dios y el perdón. Pensamos en los homicidas y violadores para ver en ellos grandes males y así pasar por alto nuestras “mentiras blancas”, nuestros “soy humano”, “nadie es perfecto”. Señalamos al asaltante para que pasen desapercibidas nuestras hipocrecias y falsedades.

Una cosa es clara, la santidad o la limpieza de nuestras almas delante de Dios no es un asunto de buenas obras y aún menos, de buenas intenciones, es un asunto de la limpieza de nuestro corazón y el perdón de Dios para nosotros parece depender de nuestra capacidad para ser perdonadores, dicho de otro modo… si no perdonamos, si hay en nuestro corazón rencor, rabia, resentimiento, el perdón de Dios quizá no esté disponible para nosotros; sino, ¿por qué las palabras de Jesús fueron “perdona nuestra ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”?

Perdona, pide a Dios un corazón perdonador, vive sin rencor, vive libre y serás lleno de Dios.

Mateo 5:28 
Yo pues os digo, que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.

Mateo 25:34
Entonces el Rey dirá a los que estarán a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino aparejado para vosotros desde la fundación del mundo; 35  Porque tuve hambre, y me disteis de comer: tuve sed, y me disteis de beber: fui extranjero, y me recogisteis: 36  Desnudo, y me cubristeis: enfermo, y me visitasteis: estuve en la cárcel, y vinisteis a mí. 37  Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos? ¿O sediento, y te dimos de beber? 38  ¿Cuándo te vimos extranjero, y te recogimos? ¿O desnudo, y te cubrimos? 39  ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40  Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo, que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis.

Santiago 4:17
El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno, y no lo hace.

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