viernes, 30 de marzo de 2012

Ansiedad, asfixia, crisis y depresión


¿Qué es la asfixia?. Sin buscar en un diccionario podríamos pensar, por la más mínima experiencia bajo el agua, que se trata de la falta de aire, la carencia de algo básico y fundamental para la vida, por eso es tan “asfixiante”, por eso puede ser tan terrible el no sentir aire.

Pero la asfixia puede no ser solamente un asunto de oxígeno, puede ser un asunto de comida, de trabajo, de dinero, de ropa, de techo, de amor, del compartir, del vivir experiencias agradables y satisfactorias.

Una pareja que hace mucho no sabe lo que es dar una caminata tranquilos y de la mano debido a la presión cotidiana, puede experimentar asfixia. Su relación puede estar “ahogándose”, muriendo porque hace mucho que nada lo “oxigena”. Un hombre que no logra encontrar algo satisfactorio en que emplear su tiempo puede sentir el ahogo de la improductividad. Un hombre con una ocupación satisfactoria pero sin remuneración justa por lo que hace puede sentir el ahogo de los compromisos financieros.

Ante todo esto ¿qué respuesta podemos dar?

1.       Reconozca su asfixia, busque que le está haciendo falta para sentirse lleno de oxígeno y de energía.

2.       Reevalúe su agenda, quizá sea tiempo de cambiar su rutina y asegurarse de incluir en ella esos espacios y actividades que le darán el oxígeno que le está haciendo falta. Si los espacios no existen, créelos, nadie dijo que sería fácil hacer nuevos amigos, hacer deporte puede que implique madrugar más, leer un libro quizá implique acostarse más tarde, desarrollar ese talento requiere ensayo y error.

3.       Dese cuenta que no es el fin del mundo. Un poco de ansiedad y depresión son señales de que se está con vida, sin estos sentimientos no podríamos identificar que algo nos está haciendo falta. De no ser por la ansiedad nadie buscaría comida al sentir hambre, cobija al sentir frio o un poco de luz y compañía al pasar por una calle oscura. La crisis en natural en la vida y aunque no es agradable vivirla dese cuenta que de no ser por las que hasta ahora ha vivido, usted no habría progresado, avanzado o madurado en las cosas que lo ha hecho.

4.       Dese cuenta de que no está solo. Aun si fuese un náufrago en una isla solitaria, Dios esta con usted y se le expresa a Él sus preocupaciones, temores y vacíos, mínimamente, el desahogarse le hará sentir mejor y le permitirá recuperar un poco la claridad para retomar o marcar su rumbo.

5.       Tras desahogarse quizá hasta se da cuenta que esta no es la peor situación que ha vivido y que si salió de otras más difíciles de seguro podrá con esta y si por si acaso esta sí es la peor crisis que ha vivido, dese cuenta de que en otro tiempo hubo crisis que considero imposibles o en extremo difíciles y salió de ellas. En el nombre de Jesús esta no será la excepción.

6.       Si lo que deseas es desahogarte con un humano que no te juzgue, siéntete en libertad de escribirnos, XCristo es también un faro para barcos con dificultades, estaremos atentos.

Basado en:

1Pedro 5:7-10
Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. 8  Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar 9  al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que en todo el mundo los mismos padecimientos de vuestros hermanos se van cumpliendo. 10  Más el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesús Cristo, después que padezcáis un poco de tiempo, Él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.

Juan 16:33
Os he hablado de estas cosas para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero      ¡tened valor; yo he vencido al mundo!

martes, 27 de marzo de 2012

Confiar sin ver. ¿Cómo puede hacerse?



En términos humanos lo hacemos constantemente. Un ejemplo sencillo de ilustrar en este: Un joven sale de casa y queda en ella su madre y cuando viene en la noche no está pensando ¿qué comeré?, ¿Qué cocinaré?, Tiene la certeza de que mamá ha cocinado.

 
El joven tiene fe, una confianza ciega y absoluta en su madre como garante de su alimentación, quizá porque el 90% de las veces no le ha fallado en una promesa, porque no ha olvidado un cumpleaños, porque le cambio pañales, le atendió diarrea, se trasnocho calmándolo de una pesadilla infantil, quizá porque aun en las cosas que da por sentado (afecto, protección, ropa, juguetes, desayuno, almuerzo, cena, recordar el cumpleaños, etc.) esta mujer es infalible. En otras palabras, tiene fe en su madre porque la conoce.

Del mismo modo la fe, la confianza que tenemos en otras personas se basa en el conocimiento que tenemos de ellas, en la puntualidad e infalibilidad que tienen con los compromisos que asumen. En palabras de nuestros abuelos por si “tiene palabra”.

Creer en Dios no es fácil para aquellos que desean, que como con cualquier otro ser humano, sea posible verlo cara a cara, hablar con Él directamente, escuchar su voz. Olvidamos o ignoramos que sus atributos de pureza y santidad no nos permiten estar directamente en su presencia así como no tomamos en cuenta que una mente finita como la nuestra no puede comprender siquiera como concepto el hecho de que Dios es infinito, eterno, permanente. 


Si no le conocemos no podemos tener fe. Si no leemos Su palabra no podemos conocerlo, si no la ponemos en práctica no sabremos si “resulta”, si solo criticamos sin arriesgar o probar por nosotros mismos no reconoceremos Su fidelidad pues jamás nos habremos apoyado en ella realmente. Si no vemos como nunca nos falla no podremos reconocer su obra en nuestra vida, sino vemos en lo que damos por sentado (sol, luna, estrellas, oxigeno, gravedad) como venido de Su mano, entonces claramente no lo vemos cara a cara.

Dios siempre está:

Si vas por el camino viendo el paisaje, será irrelevante el estiércol que quizá pises en el trayecto. Si vas pendiente del camino, claramente todo el camino te parecerá estiércol. Si te concentras en lo que falta, si te concentras en el dolor, si te concentras en la escases, si te concentras en lo negativo, la vida será dolor. Si no niegas la realidad pero ves todo el cuadro verás que Dios es real y te es fiel.

jueves, 15 de marzo de 2012

Usando el dedo índice



Es fácil ser asesino, de algún modo todos lo somos. Cuando un hombre considerado peligroso es asesinado y sentimos alivio, en ese momento somos asesinos; no apretamos el gatillo, no perforamos con el cuchillo pero ese alivio es una expresión de “me alegra que alguien sí lo haya hecho”. Nuestro respaldo a esta acción o suceso nos hace coparticipes de la acción, patrocinadores del delito de homicidio, quizá un poco cómplices.

También nos constituimos en jueces al sentir alivio por el violador enviado a prisión, algunos se atreven a decir “para que allá lo violen también”. Somos jueces y verdugos.

¿Cuántas veces nos han perseguido para matarnos?, ¿en cuántas de esas veces hemos tenido un arma para defendernos matando primero?, ¿Cuántas veces el hambre ha sido tan continua y desesperante que nos olvidamos de la moral en aras de la supervivencia?, ¿Cuándo fue la última vez que antes de juzgar nos vimos a nosotros mismos?, ¿Cuántas veces hemos suplido al hambre de un desconocido?, ¿Cuántas veces hemos dicho “buenos días” al que duerme en la calle y sin que nos pida le hemos llevado un café?.

Nos llamamos a nosotros mismos “buenos” porque no le hacemos daño a nadie, lo cual es mentira, dañamos, herimos, insultamos, ignoramos al pobre y al necesitado. Creemos que no hacer daño es ser bueno y nos olvidamos que no hacer el bien pudiendo hacerlo es también un pecado, o como dice una frase hermosa, chocante e incomoda:

“El mal triunfa cuando los buenos no hacen nada”

“No me aterra el actuar de la gente mala, me aterra la apatía de la gente buena”
Martin Luther King Junior 

Que fácil es no creer en las palabras de arrepentimiento de un asesino o un violador de niños, que fácil es decir que son falsas, que fácil es acusar de falsas las lágrimas de alguien que busca redención, que fácil es, en esos momentos, no recordar la necesidad de abrazo y comprensión de aquella vez en que los arrepentidos éramos nosotros, quizá por cosas, que según nosotros, no son tan graves. Moríamos en nuestro dolor, fallecíamos en nuestra dolencia por una debilidad de carácter, buscábamos perdón aun cuando solemos no ser de los que perdonan o de los que dicen “yo perdono pero no olvido”.

Que hermoso es saber que Jesús perdono a un asesino y violador crucificado a su lado, a una mujer que había tenido varios esposos y el ultimo ni siquiera era su esposo. Que siendo escupido e insultado aun decía “perdónalos porque no saben lo que hacen”. Qué bueno que tenemos un Dios que conoce de nuestra ignorancia, que triste pensar que quizá nos ve y llora de ver como el perdón que abundantemente le pedimos para nosotros no se lo damos a los que están a nuestro alrededor.

Solo pensamos en cárceles, en pena de muerte, en ejército, y quedan de lado las escuelas, las iglesias, la relación con Dios y el perdón. Pensamos en los homicidas y violadores para ver en ellos grandes males y así pasar por alto nuestras “mentiras blancas”, nuestros “soy humano”, “nadie es perfecto”. Señalamos al asaltante para que pasen desapercibidas nuestras hipocrecias y falsedades.

Una cosa es clara, la santidad o la limpieza de nuestras almas delante de Dios no es un asunto de buenas obras y aún menos, de buenas intenciones, es un asunto de la limpieza de nuestro corazón y el perdón de Dios para nosotros parece depender de nuestra capacidad para ser perdonadores, dicho de otro modo… si no perdonamos, si hay en nuestro corazón rencor, rabia, resentimiento, el perdón de Dios quizá no esté disponible para nosotros; sino, ¿por qué las palabras de Jesús fueron “perdona nuestra ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”?

Perdona, pide a Dios un corazón perdonador, vive sin rencor, vive libre y serás lleno de Dios.

Mateo 5:28 
Yo pues os digo, que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.

Mateo 25:34
Entonces el Rey dirá a los que estarán a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino aparejado para vosotros desde la fundación del mundo; 35  Porque tuve hambre, y me disteis de comer: tuve sed, y me disteis de beber: fui extranjero, y me recogisteis: 36  Desnudo, y me cubristeis: enfermo, y me visitasteis: estuve en la cárcel, y vinisteis a mí. 37  Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos? ¿O sediento, y te dimos de beber? 38  ¿Cuándo te vimos extranjero, y te recogimos? ¿O desnudo, y te cubrimos? 39  ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40  Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo, que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis.

Santiago 4:17
El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno, y no lo hace.