Generaciones atrás, la fuerza era el resultado de la necesidad, la fortaleza de un hombre no tenía que ver con salud y mucho menos con vanidad o sex appeal, la vida “moderna” es tan simple a causa de la tecnología citadina que encontrarse con un hombre sumamente musculoso en la calle despierta varias apreciaciones pero seguramente, ninguna de ellas asociada a “debe ser un campesino que trabaja la tierra” o “!que musculoso¡ ha de trabajar muy duro a diario”.
Claramente, en el campo aún están verdaderos hombres y mujeres fuertes, están en las papas, cebollas y demás cosas que comemos en nuestros almuerzos y cenas, están en nuestros almacenes de cadena, en el estante de descuentos que dice “hoy, Gran Mercado Campesino”;no digo en ninguna forma que no hacemos esfuerzos pero en verdad cuando se habla del problema del sedentarismo en la humanidad, no se está hablando de aquellos que si hubiese guerra serían los menos preocupados por aquello de que la comida escasea y lo de saqueos en supermercados.
La fuerza, la palabra de Dios dice “¿de que le sirviere a un hombre, ganar el mundo si perdiere su alma?”. En nuestro contexto podría ser "de que le sirviere a un hombre ser musculoso y acuerpado si en el momento difícil saliere corriendo". Los músculos pueden elevar la confianza, mejorar nuestra apariencia pero no dejara de ser apariencia, ¿quitarán nuestros miedos, nuestras cicatrices, nuestra sensibilidad, nuestro temor a lo desconocido o a la repetición de eventos difíciles?. Por esto el rey David, hombre fuerte y valiente, hombre osado que siendo solo un adolescente acepto el desafío de Goliat, años después, ya siendo rey de toda la nación decía “¿de dónde vendrá mi socorro?, mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra”, siendo rey y teniendo el más poderoso ejército del mundo en ese entonces, decía “torre fuerte es el nombre del Señor…Él es mi escudo y mi fortaleza...” y se expresaba de la desventaja numérica como “aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón, aunque contra mí se levante guerra yo estaré confiado”.
¿Cuál es nuestra necesidad de ser superiores?, ¿Cuál es nuestra necesidad de sentirnos los más bellos, sexys y fuertes?, ¿son nuestras conductas el resultado de una publicidad y un mercado que tiene como propósito hacernos comprar sin medir el costo de su influencia sobre nuestras vidas? Compramos porque hagamos lo que hagamos, no completamos un “estándar” fijado por modelos hechas y hechos en photoshop. Para muchos es más dios la publicidad pues se guían más por ella.
Nuestra fuerza, nuestra fortaleza no debe ser medida por la ropa que usamos, por nuestra estatura, por cuantas miradas nos siguen al pasar, por las novias, novios, vacilones o entuques que tenemos, es por nuestra capacidad de darnos verdaderamente a los demás, de buscar en Dios la sanidad a aquellas dolencias de nuestro pasado, que una vez sanas transformaran la manera de vivir nuestro presente y consecuentemente, dejamos de ser islas y entonces podemos darnos, compañía a nosotros mismo, alejando a la soledad, y darnos a los demás, naturalmente promoviendo a otros el mejorar de sus vidas.Reconocer nuestra necesidad de Dios y caminar con Él, esto es la fuerza.
Basado en:
1er libro de Samuel, capitulo 17 - David y Goliath
Salmo 121, versículos 1 y 2
A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda?
Mi ayuda proviene del SEÑOR, creador del cielo y de la tierra.
Salmo 27, versículo 3
Aun cuando un ejército me asedie, no temerá mi corazón; aun cuando una guerra estalle contra mí, yo mantendré la confianza.
Salmo 18, versículo 2
El SEÑOR es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite!
1er libro de Samuel, capitulo 17 - David y Goliath
Salmo 121, versículos 1 y 2
A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda?
Mi ayuda proviene del SEÑOR, creador del cielo y de la tierra.
Salmo 27, versículo 3
Aun cuando un ejército me asedie, no temerá mi corazón; aun cuando una guerra estalle contra mí, yo mantendré la confianza.
Salmo 18, versículo 2
El SEÑOR es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite!